El conflicto de Israel en la Franja de Gaza ha iniciado la división en el partido demócrata estadounidense entre sus alas conservadora y progresista, puesto que el malestar provocado por la brutalidad de la guerra. Por un lado, judíos árabes y musulmanes progresistas han trazado la línea roja en el atroz número de víctimas. Por el otro, los demócratas conservadores, aliados del lobby israelí, han alzado el grito de guerra contra los que cuestionan la incondicionalidad del apoyo militar de Biden a Netanyahu. «Israel tiene absolutamente el derecho a defenderse, pero no a cometer genocidio», sostuvo públicamente el senador progresista Bernie Sanders, que forzó una votación fallida en el Senado con la intención de abrir el debate de la incondicionalidad y obligar a los senadores a hacer públicas sus posiciones. Este complejo panorama político sólo se entiende mejor al examinar la acciones de grupos de presión proisraelí, como el Comité de Asuntos Públicos Estadounidenses (AIPAC), el Comité de Acción Política (PAC) y la Mayoría Democrática de Israel (DMFI) que riegan con miles de dólares en donaciones a los legisladores estadounidenses que consideran aliados de Israel mientras que intensifican al mismos tiempo sus ataques contra los partidarios de un alto el fuego en Gaza. Con su política de apoyo incondicional a Israel, el presidente Biden es consciente de que cualquier paso en faso alejaría todavía más sus posibilidades para su propia reelección, ya que el presidente Netanyahu ha logrado llevarlo a una encerrona política y bélica sin salida a la vista en un año electoral crucial para EEUU en noviembre.
