
Tras imponer una imagen de unidad con China y otros países asiáticos contra la hegemonía occidental en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO), la diplomacia rusa consiguió ayer abrir una profunda fisura política dentro de la Unión Europea. La visita del presidente húngaro, Viktor Orbán, que ocupa la presidencia rotatoria del Consejo de la UE durante este semestre, realizó un polémico viaje a Moscú en «misión de paz» para tratar de mediar un armisticio, o al menos una tregua durarera, entre Rusia y Ucrania, a pesar de las críticas y los intentos de desautorización de los partidarios de la guerra dentro de la instituciones europeas como en la OTAN. «Las posiciones son muy distantes, es necesario dar muchos pasos para acercarse al fin de la guerra, pero el paso más importante ha sido el establecimiento de contactos y continuaré trabajando», ha dicho Orbán acerca de su reciente visita a Rusia.
Desde Praefuturus, queremos resaltar que los tiempos que vivimos no son una mera anécdota histórica. Estamos al borde de otra guerra europea provocada por intereses estadounidenses y británicos, quienes escriben el guión de la OTAN, con nuestros propios halcones de la guerra interesados en una situación prebélica, en el mejor de los casos, o que se limite a un conflicto armado convencional sin la utilización de armas nucleares estratégicas, supuestamente en el peor de los casos, según sus propios cálculos. Algunos de ellos esperan que la industria armamentística vuelva a tirar del resto de las economías occidentales públicas y privadas, como ya sucedió en la Guerra Fría durante la segunda mitad del siglo XX. Otros temen que puedan tener que rendir cuentas por sus actos pasados, engañando una vez más a la opinión pública internacional para que dé un nuevo salto al vacío. Y aún hay otros que sólo buscan su propio lucro personal, incluso a costa de todo el dinero y, posiblemente, de las mismas vidas de sus compatriotas. Por todo ello, los europeos deberíamos ser muy conscientes de las terribles consecuencias humanas que dejaron las dos grandes guerras anteriores en nuestro continente y valorar objetivamente este tipo de esfuerzos diplomáticos por alcanzar la paz, aunque eso nos llevase a no acatar las imposiciones de Estados Unidos y Reino Unido para mantener su propia hegemonía global a costa de tantos europeos como fuesen necesarios.