La estrategia económica de la Casa Blanca vuelve a estar en la cuerda floja. A las viejas dificultades tradicionales se suman ahora una Cámara de Representantes sin portavoz y las crisis internacionales como la guerra de Gaza o el conflicto ucraniano. Se ha ganado un tiempo escaso para evitar el cierre gubernamental, pero las inconsistencias del sistema, los números rojos, la deuda masiva y la posibilidad real de una tormenta perfecta que sacuda la economía internacional, parecen mermar los márgenes de maniobra de una administración agotada y sin capacidad ni deseo de reformar realmente el inhumano sistema económico vigente en los Estados Unidos. Al fin y al cabo, siempre existirán quienes cosechen grandes beneficios surgidos de las inestabilidades económicas globales.