El G7, formado por Alemania, Canadá, EEUU, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, aprueba el primer código de conducta global para desarrolladores de IA con el objetivo de evitar los principales riesgos de esta tecnología. Sin embargo, la adhesión a él por parte de las empresas es voluntaria. Este acuerdo ha sido llamado por el G7 como el «Proceso de IA de Hiroshima», una especie de vía intermedia entre el respeto a la iniciativa privada de Estados Unidos y la de los países europeos, más partidarios de atar en corto a los desarrolladores. Basándose en once principios rectores, el manual también hace hincapié de que las firmas se hagan responsables de las IAs no sólo durante su desarrollo, sino también durante su despliegue y comercialización. En cuanto a los riesgos a evitar, la declaración también cita de dar con una IA que pueda automejorarse a sí misma y autorreplicarse, aunque los expertos reconocen supuestamente que todavía están lejos alcanzar ese nivel de conocimientos para una «IA general».