La policía de Dinamarca ha anunciado el cierre de la investigación sobre las explosiones registradas en septiembre de 2022 en el Nord Stream 1 y 2, en el mar Báltico. En un comunicado, se ha informado que la investigación ha concluido que, aunque se puede señalar que «hubo un sabotaje deliberado», «no existen evidencias suficientes para perseguir este caso por la vía penal en Dinamarca». El pasado 7 de febrero, la Fiscalía de Suecia también dio carpetazo a la investigación, aunque reconoció que había existido un «grave sabotaje». Dentro de las fronteras europeas, sólo las autoridades alemanas continúan con su propia investigación de lo sucedido. Desde Praefuturus, hemos venido señalando con creciente indignación las numerosas inconsistencias de este caso, que sólo parece haber beneficiado a unos pocos interesados a ambos lados del océano Atlántico. De ser ciertas las primeras acusaciones acerca de un hipotético auto-sabotaje ruso, a estas alturas ya habríamos sido sepultados bajo todo tipo de pruebas y testimonios publicados por las investigaciones internacionales. Evidentemente, este no ha sido el caso, sino que, muy al contrario, contemplamos estupefactos cómo las autoridades europeas desisten públicamente con tal de no reconocer que las pistas señalan a supuestos aliados históricos de la OTAN, cuyo poder e influencia les vuelve inmunes a las consecuencias de sabotajes de gran magnitud ante la sumisa y aturdida mirada de toda la comunidad internacional.