Existe una profunda crisis de legitimación en Occidente. En ninguna de las veinte mayores democracias occidentales, sus líderes y jefes de Gobierno llegan al 50% de aprobación, pero tal cosa no parece ocurrir fuera del mundo occidental. Por otro lado, es muy visible la incapacidad de adaptarse a una correlación de fuerzas en la que tu mando ya no es incontestable, donde se hace evidente el fracaso de las medidas geopolíticas adoptadas contra rivales o enemigos, y la falta de autoridad moral propia. Ante este horizonte interno y externo, algunos interesados tratan de convencernos desde hace meses de que la guerra es la única solución para salvar a Occidente, ya sea en Ucrania, Oriente Medio y/o Taiwán.