Son tres países que han ganado un creciente peso geopolítico y económico, pero quieren ocupar puesto más significativo que el que les confiere su presencia actual en el G20. En el caso de India, su pujanza la ha convertido en un socio al que Occidente trata de enfrentar con China a través de la Alianza Indo-Pacífico de comercio impulsada por la Administración Biden. Por su parte, Indonesia, que ha sido la economía que más ha crecido en la región después de India y China, trata de convertirse en el gran abastacedor de Asia-Pacífico, jugando a dos bandas con los distintos bloques globales. Finalmente, el régimen de Arabia Saudí es el máximo acreedor de los mercados emergentes, lo que ha retrasado la puesta en marcha de los planes de la Visión 2030; los expertos occidentales están divididos en las ambiciosas apuestas del monarca saudí, aunque muchos esperan que los inversores respalden su confianza a medio plazo, en función de las próximas medidas que tome el Gobierno de Arabia Saudí respecto a su propia economía nacionales y a sus relaciones diplomáticas con Israel.
Desde Praefuturus, debemos resaltar, por un lado, la importancia del doble juego que deben desempeñar India e Indonesia en el escenario internacional para maximar su crecimiento a costa de los bloques en conflicto en esta segunda Guerra Fría. India, miembro del BRICS+, ha sabido convertirse en socio indispensable tanto para China-Rusia como para EEUU-RU-UE; Indonesia está jugando un papel parecido, potenciando su industria nacional con el objeto de convertirse en el gran proveedor internacional de todos los bloques e intereses actuales. Por su parte, Arabia Saudí sigue teniendo un gran potencial de crecimiento económico, incluyendo su apuesta en servicios digitales, pero ha sido lastrado por los intereses geoestratégicos, la presión de los inversores occidentales y la inestabilidad regional (promovida tanto por Israel como Estados Unidos para mantener el control de un Oriente Medio demasiado independiente para los intereses occidentales).