
El 7 de octubre supuso un giro en la percepción global sobre el carácter colonial del Estado de Israel. Las afirmaciones de algunos líderes del Gobierno israelí ponen de relieve la intención subyacente de llevar cabo una limpieza étnica en Palestina, primero en la Franja de Gaza y luego en Cisjordania, que un componente fundamental del componente sionista, actuando como un régimen colonial que busca despojar a las poblaciones autónomas de sus tierras y derechos. Acontecimientos como la reciente invasión israelí de Líbano, ponen en tela de juicio la narración de Israel como una ‘democracia en peligro’ o como nación que lucha por su supervivencia en un entorno hostil. Por el contrario, el reconocimiento de Israel como un proyecto de colonialismo de asentamiento está cobrando fuerza en el escenario internacional, donde se empieza a ser consciente de que, para que pueda ser posible la paz, deber haber un reconocimiento honesto y genuino de las injusticias históricas, en lugar de seguir perpetuando un sistema que privilegia a un grupo sobre otro.