Más allá de los terribles daños que está produciendo a las poblaciones locales de Gaza y Líbano, la barbarie israelí está quebrando el discurso liberal. Hace tiempo que Israel ha dejado de ser el exponente de esa «civilización universal», como se la presentaba en Occidente, y la complicidad activa o pasiva de las democracias occidentales se ha visto reforzada por el inflado discurso liberal ante la guerra en Ucrania. El doble rasero no es una novedad, pero la coincidencia de ambas crisis desnuda cualquier propósito justificativo. En EEUU, principal garante y coopartícipe de los intereses israelíes, estas contradicciones se ignoran olímpicamente, dado que ni Trump ni Harris se plantean en ningún caso cortar el suministro de armas a Israel, ni dejar de darle cobertura mediática cuando la precise, aunque lo reclamen cada vez con más fuerza parte de sus bases.
