
El Kremlin ha alertado de los intentos occidentales de organizar una revolución popular en Georgia, como la vivida en Ucrania durante el 2013, ante la cuarta noche de disturbios y protestas en la capital por la medida del Gobierno electo de suspender hasta 2028 las negociaciones de ingreso en la UE. Por su parte, el primer ministro georgiano, Irakli Kobajidze, amenazó con pedir al Tribunal Constitucional la ilegalización de los partidos opositores, a los que acusa de actuar abiertamente contra el orden legal vigente en el país. «Se dan todos los indicios de que se intenta organizar una Revolución Naranja», dijo el portavo presidencial ruso, Dmitri Peskov, quien lo consideró un «asunto interno» de Georgia, aunque también subrayó «hay un intento de desestabilizar la situación».
Desde Praefuturus, consideramos necesario recordar que Peskov está haciendo alusión a las manifestaciones y disturbios promovidos desde Estados Unidos, Reino Unido y la UE para hacer caer al presidente prorruso, Viktor Yanukovich, cuando este también había anunciado el fin del Acuerdo de Asociación entre la UE y Ucrania. Dicha revuelta, que terminó en la sustitución del presidente electo por candidatos prooccidentales, también supuso la anexión rusa de Crimea, los orígenes del actual distanciamiento entre las regiones occidentales y orientales de Ucrania, así como el conflicto armado vivido desde 2015 en las provincias de Donetsk y Lugansk, prolongado tanto por Ucrania como por Occidente que terminó dando lugar a la actual guerra proxy entre la OTAN y Rusia en territorio ucraniano.
Por último, también consideramos necesario recordar todos los millones de dólares que utilizaron las administraciones de los dos grandes formaciones políticas estadounidenses tras la caída del bloque comunista para dar forma a una mirada de agrupaciones ciudadanas y ONGs que supuestamente sólo servirían para promover los derechos humanos y la democracia, pero que en realidad provocaron artificialmente una oleada de protestas callejeras en tiempos de convulsión política en los países deaseados, como lo fue la propia Ucrania.
Sin minusvalorar los problemas internos de los países afectados en aquel momento, es obvio que las personas que creen que las Revoluciones de colores fueron un fenómeno humano espontáneo no recuerdan a John McCain cuando era miembro de la Cámara de Representantes de EEUU ni tampoco relacionan sus numerosos viajes por todos los países ex soviéticos, haciéndose fotos con todos los grupos prodemocracia de la región. Con la excusa de proteger políticamente las nacientes democracias, las Revoluciones de colores dejaron países sometidos a sus «protectores» estadounidenses. Este bien podría ser también el caso de Georgia en un contexto de nuevo enfrentamiento por la hegemonía global entre las grandes potencias.