El belicismo europeo ha aprovechado la guerra de Ucrania y el golpe de timón dado por el presidente estadounidense Trump a la arquitectura de seguridad del continente como pretextos para reivindicar el rearme y el militarismo, con Rusia como la supuesta bestia negra contra la que sólo cabe una colisión. Para ello, la UE no sólo ha aprobado el endeudamiento de 800.000 millones de euros previstos para los próximos 4 años, sino que también sigue los redobles de tambor de Reino Unido, Francia y Polonia. Uno de los primeros ecos inmediatos de estas medidas fueron el ofrecimiento de ampliar el paraguas nuclear francés a sus aliados europeos por parte del presidente francés, Emmanuel Macron, a pesar de la aplastante desproporción numérica de las 290 cabezas nucleares estratégicas galas frente a las 1.550 rusas.
Por ese la resolución del conflicto ucraniano es clave, a pesar de las zancadillas europeas a las negociaciones directas entre Rusia y Estados Unidos. De hecho, esta semana se supo que cuatro enviados del presidente Trump se reunieron en secreto en Kiev con líderes de la amordazada oposición política ucraniana, entre ellos Petro Poroshenko y Yulia Timoshenko, tratando entre otros temas, la hipotética celebración de las elecciones presidenciales, aplazadas por la guerra desde mayo del año 2024.
