
El político ultranacionalista y prorruso Calin Georgescu ha presentado un recurso ante el Tribunal Constitucional de Rumanía contra la decisión de la Oficina Electoral Central de excluirlo de las elecciones presidenciales rumanas previstas para el próximo mes de mayo ante supuestos indicios de financiación ilegal e injerencia rusa en el proceso electoral. Dicha impugnación cuenta con el apoyo de los partidos de ultraderecha AUR y POT, cuyos representantes han acompañado la reclamación.
Desde Praefuturus, ya habíamos informado de las vulneraciones democráticas que estaban cometiendo Rumanía y las instituciones comunitarias en el caso de Calin Georgescu. Su énfasis en oponerse al belicismo europeo contra Rusia y el sorprendente apoyo popular rumano en las urnas (fue el candidato más votado en las pasadas elecciones del 24 de noviembre) lo pusieron directamente en la diana de los líderes europeos.
Y, a pesar del ingente esfuerzo mediático y la propaganda amiga por no informarnos de las numerosas protestas de ciudadanos rumanos durante estos días, la presión en las calles irá en aumento para que se permita la participación de Georgescu en las próximas en la repetición de las próximas elecciones de mayo.
Si Calin Georgescu sólo fuese ultranacionalista y otanista, como Meloni en Italia, hubiesen hecho un poco de teatro público mientras en privado incorporándolo sin problemas. Hubiese sido un fascista bueno (como decían durante la Guerra Fría). Pero los grandes pecados de Georgescu son oponerse al intento de guerra directa contra Rusia por parte de la Unión Europea y Reino Unido, así como cuestionar el papel de una OTAN obsoleta, que sólo sirva para que EEUU pueda imponer gastos en Defensa a sus aliados en beneficio de la industria armamentística estadounidense.
Son estos posicionamientos públicos los verdaderamente intolerables para la Unión Europea y los que provocaron el intento de amaño electoral por parte de Rumanía con el apoyo incondicional de la UE. Georgescu fue tachado de fascista malo, tratando de inhabilitarlo inmediatamente y demostrando el verdadero talante de las instituciones comunitarias cuando no salen elegidos sus propios candidatos favoritos.
Finalmente, también debemos tener en cuenta algunos factores más. La OTAN está construyendo su mayor base militar del continente europeo, como parte de los planes de la anterior administración Biden de convertir a Rumanía en parte del cerco por el mar Negro, además de permitir un acceso cercano e inmediato a Ucrania cuando se lograse la escalada de la guerra directa contra Rusia. Esos planes, puestos en marcha más allá de los papeles por la anterior administración estadounidense y los halcones de la guerra en nuestro bando, también se hubieran visto muy amenazados por una nueva victoria de Georgescu en las urnas presidenciales rumanas (poniendo en tela de juicio los discursos públicas otanistas de que posturas como las de Hungría o Eslovaquia son minoritarias o que no reflejan el parecer mayoritario de sus respectivos nacionales).
En poco tiempo, sabremos cómo se van desarrollando los hechos, pero lo cierto es que las decisiones tomadas pasadas y/o presentes han puesto a Rumanía en una situación muy difícil.