
Ante los innegables avances rusos en las regiones de Donetsk y Kursk, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, insiste en que la UE debe adoptar «una mentalidad de guerra» apostando por elevar hasta el 3% del PIB europeo la industria militar como en tiempos de la Guerra Fría, para lo que será obligatorio reducir otras partidas de gasto público (pensiones, sanidad y seguridad social). No obstante, Alemania está retrocediendo en sus posiciones con la vista puesta en las nuevas elecciones y una economía públicamente en recesión, desmarcándose del militarismo de la UE alentado por Francia y algunos países bálticos y centroeuropeos (que tratan de enviar tropas europeas a una guerra directa contra Rusia). En un escenario tan complicado como éste, habrá que esperar a ver los cambios producidos cuando el presidente electo Donald Trump ocupe la Casa Blanca a partir del próximo 20 de enero.
Desde Praefuturus, debemos hacer hincapié en que esa subida de hasta el 3% del PIB propuesta por Rutte a los países comunitarios de la UE no va a suponer ninguna diferencia en el escenario de la guerra proxy ucraniano, pues no puede rivalizar con el 6,3% de inversión militar rusa. Por lo tanto, consideramos necesario aclarar que esos fondos sólo sirven para mantener en pie la industria armamentística y la hegemonía global estadounidense. Sí, la estadounidense. No la europea. La estadounidense. Por eso la OTAN no tiene ningún disimulo en pedir una subida del gasto militar europeo, sin que haya amenazas inminentes para la propia UE. Sólo es otra gran carrera de armamento entre las grandes potencias a costa de todos los ciudadanos, sin que haya ninguna amenaza real por parte de Rusia y China más allá de las que provoca la propia OTAN para justificar su misma continuidad en el mundo actual.